Laboratorio Olfativo de Tuberosis

Una agradable tarde de otoño, bajo la luz dorada, de repente me invadió el frío. El invierno estaría a la vuelta de la esquina. Al abrir la puerta de entrada me volví para mirar por última vez el último tallo de las flores de nardo, un regalo del verano que ha sobrevivido, pensando que por la mañana iría a buscarlo para pasar unos días más para conseguirlo. ebrio de su olor. Desde entonces, en un momento en que la luz artificial responde a la noche, el nardo con su suave voz difunde un aroma a jazmín, ciruelas y especias. Es un susurro, como una brisa, que nunca se cansa. Todas las noches, alrededor de la medianoche, su voz se apaga para que podamos esperar a la misma hora del día siguiente. El olor está programado como su vida. Hay algo en esta flor de la figura de Shéhérazade que cada noche cuenta una historia sobre cómo escapar de la muerte. Lo hizo tan bien que su historia, que sigue viva, se ha convertido en un perfume.